- FINAL FELIZ.
¿Característica principal o hándicap insalvable
para el escritor?
Hola amigos. Soy Bolifaber, de
nuevo. Hoy llevo todo el día de relax. Mi jefa se ha tomado el día libre, lo
que significa que yo también lo tengo. Así que, aquí estoy repanchingado encima
del escritorio, disfrutando del solecito que entra por la ventana y me calienta
las tripas.
En días como hoy, aprovecho para
meditar y hoy no dejo de pensar en una pregunta que me ronda por la cabeza
desde hace tiempo: ¿Por qué mi jefa habrá elegido escribir novela
romántica?
Yo, la verdad, habría elegido
cualquier otro género porque este tiene una dificultad añadida y digo yo: ¿para
qué complicarse la vida no habiendo necesidad?
Me explico. Ya sabéis que una de
las reglas de oro de la novela romántica es que la historia tenga un final
feliz. Al menos, así lo cree mi jefa, que lleva ese principio a raja tabla.
Pues bien, a mi modo de ver, esa, su característica principal es, a la vez, su
mayor inconveniente.
Os pongo un ejemplo: en la novela
negra, el autor se pasa la novela dando al lector pistas falsas que lo hagan
dudar de cuál será el final durante toda la trama. Juega al despiste y el punto álgido de la
trama se produce cuando, en el último momento, tras un nuevo giro magistral de
los acontecimientos, todo se desbarata o se arregla, según se mire, y el lector
se lleva la gran sorpresa.
En la novela romántica no puede
hacerse eso. Desde el principio se sabe que la pareja de protagonistas va a
terminar junta y feliz, por lo que, a mí me parece que tiene que resultar mucho
más difícil sorprender al lector. No sé, es como si en un espectáculo de magia,
los espectadores, para llegar al patio de butacas, tuvieran que entrar a la
sala por detrás del escenario, viendo todos los entresijos del truco de magia. Ese
factor sorpresa del final, ese giro en los acontecimientos, escribiendo
romántica, se esfuma. No puedes guardarte ese as en la manga para utilizarlo “in
extremis”.
Aunque, ahora que lo pienso…, tal
vez es precisamente eso lo que le gusta a mi jefa. Ese toque mágico que tiene
la novela romántica, que la hace capaz de mantener al lector enganchado pese al
hándicap de que, desde el principio, sepa a dónde le lleva la trama. Que, de alguna manera, el final no sea lo
importante. Que, como en la vida misma, lo realmente importante sea divertirse,
pasarlo bien y disfrutar del recorrido hasta que se llega a la palabra “Fin”.
Sí, va a ser eso seguro, aunque,
me sigue pareciendo muy difícil conseguirlo.
¡Buff! Tengo la tinta a punto de
ebullición, voy a rodar para colocarme a la sombra o terminaré derretido. Os
dejo. ¡Hasta otra, amigos!