Para mí, la poesía es el lenguaje de los sentimientos, el ensayo, es el lenguaje del conocimiento y, la novela, yo diría que es el
lenguaje del entretenimiento.
En el ensayo creo que hay poca cabida para mostrar
sentimientos. Y en la novela, me parece que el escritor disfruta ocultándolos. Sin
embargo, los poetas se abren en canal y escriben tal cual se sienten lo que, a
mis ojos, los convierte en unos valientes.
Yo, muy pocas veces escribo poesía. Diría que solo recurro a
ella cuando necesito verbalizar un sentimiento personal y profundo. Por eso, no
suelo compartirlas. Hay una excepción.
Esta poesía que incluí como dedicatoria, a mi padre, en mi novela “Recompensa,
una familia”. Dudé mucho antes de hacerlo porque era demasiado íntima para que
viera la luz. Cuando publiqué la novela, hacía poco tiempo que mi padre se había
marchado para siempre y mis emociones estaban un poco revolucionadas. Necesité
darles salida y, la verdad, fueron días de mucha poesía.
Estas rimas, muy a mi estilo, con poca técnica y mucho
sentimiento, encierran tres grandes verdades que, todo aquel que haya perdido a
un ser querido, deduce tras un tiempo más o menos largo de meditación. Y son: Que,
a partir de ese momento, jamás podrás tocarle y ya nunca más podrás verlo, ni
escuchar su voz. Algo que me parece tan
obvio ahora, fue toda una revelación que se me vino encima un día, de golpe,
como un jarro de agua fría. Y de ese shock nacieron estas rimas.
Espero que os gusten.
A partir de ahora ya no podré verte,
pero seguirás conmigo, a mi lado siempre.
Serás como el viento que roza mi cara
solo que tú, rozarás mi alma.
Ya no podré oírte susurrarme cosas,
soñaré con ello y estaré gozosa.
Serás el murmullo constante de olas
de ese mar sereno que era tu persona.
También sin tocarte tendré que vivir.
Algo inventaré para resistir.
Cerraré los ojos para poder verte.
Buscaré el silencio para oírte siempre.
Palparé el vacío y te sentiré.
Tranquilo, seguro lo conseguiré.